Moguer, Tierra de Frutos

Pueblo de Doñana y Costa

El territorio donde se encuentra Moguer fue un foco de atracción de población del interior y pueblos del Mediterráneo oriental desde la Antigüedad, según se desprende de los restos arqueológicos de origen neolítico, fenicio y romano.

Los primeros contactos con Roma debieron producirse entre los años 150 -114 a. C. Los hispanorromanos establecieron sus industrias de salazones a lo largo del mítico río Urium o Tinto, vía natural de comunicación y comercio de las distintas culturas que lo utilizaron. En su origen Moguer fue una villa romana con su torre, reconvertida más tarde en alquería por los musulmanes. Esta pequeña entidad rural fue conquistada por la Orden de Santiago hacia 1239 – 1240 junto con otros enclaves del Algarve histórico, siendo anexionada a Castilla.

El término de Moguer fue delimitado en 1.264. Tras un paréntesis en que formó parte de la jurisdicción del Concejo de Niebla fue entregada por Alfonso XI en señorío a su almirante Alonso Jofre Tenorio en 1.333. A su muerte el señorío pasó a su hija María Tenorio, casada con Martín Fernández Portocarrero y luego al hijo de ambos Alonso Fernández Portocarrero, a cuyo linaje quedaría vinculado definitivamente.

Esta villa marinera se transformó en muy poco tiempo en una de las más importantes de Andalucía, gracias sobre todo a la política de atracción demográfica que pusieron en práctica sus Señores.

A finales del s. XV, la villa poseía ya un núcleo urbano conformado con varios ejes dominados por la iglesia mayor, el castillo, el convento de San Francisco y el monasterio de Santa Clara.

Las instalaciones portuarias moguereñas llegaron a su máximo esplendor a partir de 1.439, cuando los Reyes Católicos concedieron su seguro a las embarcaciones que arribaban a su puerto procedentes de Europa, Canarias y África

Este ambiente marinero explica la participación de Moguer y su puerto en el Descubrimiento de América. Cuando los Reyes Católicos aprueban los proyectos de Cristóbal Colón y son necesarias naves para la empresa, los monarcas comisionaron al continuo Juan de Peñalosa para que hiciera cumplir en Moguer una real cédula, escrita en Santa Fe el 30 de Abril de 1492, por la que ordenaba se entregasen al Almirante, donde y cuando las solicitara, tres carabelas armadas y equipadas, propiedad de moguereños. Como es sabido, al final Moguer aportó la carabela: “la Niña”, construida en los astilleros moguereños por la familia Niño, de ahí su nombre, aunque inicialmente se denominó “Santa Clara”, en honor a la advocación titular del monasterio del mismo nombre. La abadesa de este cenobio, Inés Enríquez, ligada por parentesco a los Reyes Católicos, colaboró activamente en la organización de la Aventura Colombina a la que Moguer aportó hasta un tercio de la tripulación, con el piloto mayor de la flotilla descubridora Pedro Alonso Niño a la cabeza.

La emigración y las numerosas expediciones a América tuvieron para Moguer un atractivo sin precedentes. Muchos moguereños se alistaron en las armadas de la Carrera de Indias a lo largo de los siglos XVI y XVII, provocando el consiguiente enriquecimiento del municipio y reforzando aún más las relaciones comerciales y marítimas con las nuevas tierras.

En 1642 Felipe IV concedió a Moguer el título de ciudad. Tras el terremoto de 1755 se realizan importantes obras de recuperación en los edificios afectados.

Es por aquel entonces cuando en Moguer se incrementa el cultivo de la vid, que se convierte en motor económico de la villa, desde cuyo puerto parten los ricos caldos de la comarca hasta los mercados del norte de Europa.

Proliferan las bodegas y tonelerías y Moguer se convierte en un bullicioso centro económico. Amplios zaguanes, fachadas enrejadas, monteras de colores, azulejos y cancelas dan idea del elevado nivel de vida de los bodegueros moguereños de la época.

En esa época ve la luz en Moguer el que estaría llamado a convertirse en el mayor poeta lírico el habla hispana, el Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, que durante su infancia y adolescencia se impregnó de las imágenes, sonidos y sensaciones del Moguer de la época, que siempre le acompañarían ya durante el resto de su vida, y serían inspiración permanente para su extraordinaria obra poética.

La plaga de filoxera que arrasó los viñedos a principios del siglo XX y el aterramiento del río Tinto, sólo navegable ya por barcos y pateras de pequeño calado, sumió a la localidad en un profundo letargo del que no comenzó a despertar hasta la década de los sesenta, cuando se instala en Huelva el Polo Industrial, y comienzan a ponerse en marcha explotaciones agrícolas de cultivos de primor.

Actualmente Moguer es una ciudad próspera con una economía basada en el cultivo de la fresa, producto que se exporta a muchos países europeos, y otros frutos rojos como la frambuesa, la mora o el arándano.

En sus 204 km2 de término municipal, unas 3.000 hectáreas están dedicadas al cultivo de la fresa y de estos frutos de primor, lo que convierte a Moguer en el mayor productor nacional de este tipo de productos hortofrutícolas que llegan a todos los mercados europeos.

Junto a esta pujanza del sector agrícola, que lógicamente lleva consigo la proliferación de un tejido industrial relacionado con esta actividad, el futuro de Moguer pasa por el desarrollo equilibrado y racional de las enormes posibilidades turísticas que ofrece tanto su riqueza monumental y artística, como la belleza y variedad de sus espacios y parajes naturales, y especialmente de uno de los tramos costeros más hermosos y vírgenes de Europa, como es Mazagón.

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